¿Verdadero
desarrollo sostenible?
Los
desafíos globales nos instan a explorar modelos asociativos
La escasez de
algunos recursos naturales, la mayor exigencia social para obtener y mantener
la licencia para operar, la preocupación de empresas y organizaciones por
responder de mejor manera a las necesidades y expectativas de sus stakeholders,
son parte de un escenario mundial que hace necesario replantearse la formas en
que se enfrentan los grandes proyectos productivos.
Esto, como una
manera de impactar de menor manera en el entorno y unir fuerzas en pro de un
beneficio compartido. Surge así la asociatividad como una oportunidad de
generar acuerdos de cooperación o colaboración mutua que permitan enfrentar en
conjunto inversiones o proyectos que de otra forma serían difíciles de
viabilizar.
Algunos países como
Suecia, por ejemplo, disponen de una estrategia nacional para robustecer la
competitividad y sostenibilidad, en sectores como la minería, y ya cuentan con
alianzas internacionales donde se ha replicado el modelo de cooperación.
Pero para que este
tipo de iniciativas llegue a buen puerto, primero es necesario alinear los
intereses al interior de la empresa para el desarrollo de estándares de gestión
y operaciones con criterios de sustentabilidad en función del territorio donde
se encuentra la compañía, tendiendo a los beneficios compartidos de largo
plazo.
Así lo indica, por
ejemplo, el documento “Empresa y Territorio”, publicado por Acción Empresas, el
Consejo Minero y el Centro de Políticas Públicas UC, que agrupó una serie de
reflexiones de distintas compañías en torno a la construcción de una mirada en
común.
Luego, entre las empresas,
se necesita identificar puntos de encuentro en torno al territorio que
comparten: cuáles son los recursos, comunidades, y oportunidades para ambas. En
este proceso es importante desarrollar agendas empresariales conjuntas, de modo
que las prioridades sean funcionales a los objetivos de largo plazo. Así, se sobrepasa la estrategia individual en pro
de la sostenibilidad del sector y de los negocios, obteniendo la legitimidad
social que contribuye a dar viabilidad a un proyecto.
De este modo, la
oportunidad que se abre con la asociatividad es enorme, al impactar
verdaderamente y a largo plazo, permitiendo a las industrias ir madurando
especialmente en sectores intensivos en el uso de recursos.
Como Grupo CAP creemos que el modelo asociativo constituye un mecanismo de cooperación del futuro para
proyectos de la Gran Minería y también aplicable en otras industrias, pues aporta
en la solución de problemas compartidos de las organizaciones -sin perder su
individualidad- y logra crear no sólo
valor económico, sino también social, respondiendo a las exigencias de nuestros
grupos de interés.
María
Elena Sanz
Gerente
corporativo de Personas y Sustentabilidad de Grupo CAP